por Bernardo Candia H.
Todos nos hemos sorprendido tras las revelaciones que realizara la Fiscalía sobre el falseamiento de boletas de Penta y fraude al Fisco para obtener financiamiento ilegal de candidatos de la UDI. Pero pocos se preguntan qué hace que personas, exitosas en lo económico y ultra conservadoras en lo moral, terminen transgrediendo la ley para obtener un beneficio mayor, ya sea en lo económico o para influir en el sistema político a fin de legislar a favor de sus intereses mundanos.
La explicación que propongo proviene precisamente de la estructura ideológica de los involucrados, quienes no por casualidad, adscriben todos a la orden del Opus Dei, siendo este el denominador común clave para entender dicha conducta.
La orden del Opus Dei, fundada en España en 1928 por José María Escrivá de Balaguer, consolidada tras el triunfo de Franco en la Guerra Civil Española, se sustenta en dos fundamentos, uno que proviene desde dentro de la Iglesia Católica como es la de los Ignacianos, y otra que proviene del protestantismo, que es el calvinismo.
Mientras los ignacianos, seguidores de San Ignacio de Loyola, promueven principios como la disciplina, la rigurosidad y la rectitud, el pensamiento de Juan Calvino ve en la riqueza y en el éxito económico una señal divina de salvación, partiendo de la creencia que todos estamos elegidos o condenados por decreto divino (predestinación).
A este pensamiento de Calvino le darían posteriormente sustento filosófico autores como Adam Smith y John Locke, los que derivan en un los fundamentos teológicos del modelo económico capitalista presente.
Así lo dejaba claramente estipulado Juan Calvino en 1564: “La riqueza se obtiene mediante una acción racional, ya que lo propio del “santo” calvinista no era recluirse en un monasterio, sino actuar racionalmente en el mundo a través de la profesión, con el fin de alcanzar el “estado de gracia” en la tierra y la salvación en la otra vida. De ahí que la riqueza -símbolo del haber sido elegido- debe utilizarse racionalmente” (Renato Espoz Le-Fort, “De cómo el hombre limitó la razón y perdió la libertad”, 2003).
Estos principios calvinistas recogidos por el Opus Dei, son interpretados por sus miembros como la necesidad de obtener el éxito económico a cualquier costo, lo cual explicaría esta conducta de transgresión de las leyes, todo con el fin de obtener la gracia de Dios.
Esto queda claramente reflejado en el siguiente apartado que describe el “aporte” del Opus Dei a la sociedad española: “El Opus Dei aporta a la comunidad eclesiástica y a la sociedad española, por un lado el sentido de la preminencia de lo económico y de la profesión secular, y por otro, una renovada forma de puritanismo moral en el ámbito de la vida privada; confinamiento de lo religioso al mundo privado y preminencia del éxito económico a través de un cultivo acendrado del profesionalismo. De ahí las dos contribuciones fundamentales del Opus Dei a la sociedad española” (Joan Estruch, “De Pillos y Santos”, 1993).
Otra de las características propias del Opus Dei, que la acercan más a una secta dentro de la Iglesia que a una orden, es lo cerrada y homogénea de su comunidad. El Opus Dei es elitista racista misógino. Esto último dado el rol secundario que cumplen las mujeres dentro de la secta fundada por José María Escrivá de Balague un personaje oscuro del ‘franquismo’ con delirios de grandeza (siempre aspiró tener títulos nobiliarios).
De ahí que el mundo de lo público para los miembros del Opus Dei se restrinja a lo económico, siendo esto concordante con las manifestaciones de ostentación, como las grandes donaciones públicas, y el mundo religioso confinado a lo privado.
En definitiva, los mismos que se autocalifican como hombres probos, tienen conductas muy terrenales y poco celestiales, que más que santos terminan siendo identificados con el calificativo de pillos que con las características del Dios sufriente, el de los perseguidos, de los necesitados.
Sin duda que el caso Penta refleja una descomposición valórica de quienes dicen asumir valores de trascendencia en lo espiritual pues sus conductas públicas en el ámbito económico dan cuenta de una ideología sustentada en valores absolutamente distorsionados del evangelio o la trasmutación de los valores cristianos, donde se resalta la vida del mercader, hoy empresario.